Empezaré por presentarme. Me llamo Cayetana GULEMOND tengo menos de 45 años, he sido una gran comilona de todo, no engordaba, pero de unos años, ya van más de diez, a ahora, he decidido seguir comiendo pero con sentido, empezaba a sentirme mal, y pasaba de ser una gordita simpática y jugosa, a una vaca molli. Ahora tengo en cuenta todo aquello que es importante tener en cuenta para una buena dieta, que nos permita vivir a gusto con nosotros, y con nuestra deuda planetaria. Me encanta comer carne, pescado, marisco, verduras, legumbres, hortalizas, y por supuesto fruta. El queso y los lácteos ingeridos con cabeza, los fiambres pocos y selectos… y sólo un límite: nada de nada de AZÚCAR… Puntuaré cada uno de los aspectos del 0 al 10… Lo vamos a pasar muy bien, os lo prometo. Y seré tremendamente justa, porque no entraré en las cocinas, eso se lo dejo a mi amigo Alberto CHICOTE.
Hoy me han llevado unos amigos al restaurante El Tomate, que es el resultado de una familia que lleva toda la vida en Las Rozas, y que han sido de los pioneros en el uso racional de una cocina que esta cerca del notable. Aunque las formas de la dirección dejan mucho que desear, pero pasaremos el primer trago que es que nos recibe el propietario, a caballo entre un señorito andaluz y un petrolero de Aymair… ¡Comienza el espectáculo!
LA CARTA.-
Presentada con poco garbo, dividida entre una hoja plastificada, otra de sugerencias y una carta manoseada, la verdad es que esperaba algo más avanzado, que nos proporcionase fotografías de los platos, con posibilidad de ver los ingredientes y su procedencia, las calorías que acumulan, y otros etcéteras que son importantes a la hora de puntuar un restaurante. El camarero ‘canta’ lo que se le viene a la cabeza, con orden pero con poca gana. Y cuando preguntas más allá, se hace el silencio que invita a pasar. Lo cierto es que la expectativa es más alta, en esto mi puntuación es un 3.
LA COMIDA.-
Al ir acompañada le pido a mis amigos que me dejen elegir, somos cuatro en la mesa. Hoy he decidido sentarme en los barriles que tienen en la terraza. Por cierto, las persianas de plástico que hay en el fondo del comedor/terraza acumulan demasiada suciedad, y seres del averno en su oscuridad.

Elegimos tomar una ración de zamburiñas (6), una ensalada de tomate (2 pequeños), una ración de níscalos (10 de tamaño pequeño y 5 muy pequeños), y un chuletón de carne roja para dos. De postre: melón, piña, mango y dos fresas secas que picaban, y presentadas con un original hachazo en medio, lo que viene siendo: partidas en cuatro para decorar.
Las zamburiñas llegan a la plancha, con un toque imperceptible de limón, a temperatura ambiente, y en número difícil de compartir. Uno repite, tres miran. Estas cosas nunca se tienen en cuenta, y marcan la diferencia entre estar tranquilo, o estresarte ante la que puede ser la siguiente, que no la última. El producto lo encontramos en MAKRO en la sección de marisco. Se venden en bandejas de seis unidades y cuestan 5,95 euros. Lo cuento así, por la barba, porque como se puede ver en la foto, el plato sólo lleva las seis zamburiñas.
Una ensalada de tomates, que es lo que da fama y nombre al local. Pues bien, la pedimos sin aditamentos de ventresca, se trataba de saber si el tomate es el de toda la vida, a qué sabe, y, cómo se le rinde pleitesía. Claramente hay dos tomates y dos frutos distintos en el plato, aunque el corte sea el mismo. Extendido en un plato al que no ganaba los huecos, con aceite y sal, y sin posibilidad de rectificar en el aliño. Uno de ellos estaba para ayer, y el otro para mañana, por lo que la experiencia no llegó a hacerme tocar el cielo con la punta de los dedos. Me defraudó, compro mejores tomates en el Labrandero en Majadahonda. Otra familia que creó un concepto distinto en el mundo de la distribución, y que tiene un supermercado de escándalo. Bueno, a lo de El Tomate, que me marcho a la compra. Los níscalos fue repetición de lo anterior, viudos, sin presentación, ni espíritu. Estaban buenos y ya. El tamaño de pequeño a pequeñísimo. El chuletón estaba rico, lo probé por el aquel de poder contarlo. Acompañado de una ración de patatas de casa cortadas a la americana, con lo que pierden la gracia.

El postre, mejor presentado que el resto, consta de: medio mango, una rodaja de melón, un cuarto de piña y las dos piezas de fresón partido al centro y mitad.
A esta parte del discurso de El Tomate le doy un 6.
LOS PRECIOS.-
Tomate de Huerto: 12 euros.
Zamburiñas: 15 euros.
Pan: 2 euros.
Ensalada de la Huerta: 15,95 euros.
Surtido de futas para dos: 15,90 euros.
Lomo de Buey Premium para 2 personas: 39,90 euros.
EL SERVICIO.-
Sin grandes locuras, son gente trabajadora, pero a los que les falta claramente motivación. El mundo de la restauración no va sólo de servir. Hay que ser cómplice, en las medidas justas, aconsejar, mejorar el pensamiento y dirigirlo, allí donde está el éxito de la cocina para la que se trabaja. Lo cierto, y seguro que fue algo coyuntural, nuestros camareros estaban despistados, y se les olvidaba el agua, el pan… tolerable pero incomprensible.
En cuanto a los útiles en mesa: recortados, con papel que raspa un poco, servilletas de tamaño inapropiado. El control de estos pequeños detalles es lo que marca la diferencia. Hablamos de restaurantes que compiten todos los días en un mercado de gente que sabe, entiende y busca lo más sano y razonable. Por cierto, ese día fuimos a Mercados de Origen, y no pudimos acceder a su cocina, no habíamos reservado, será nuestra próxima visita. Esperemos que la experiencia sea excelente. ¡Ah!, siempre voy camuflada, por lo que nadie sabrá nunca dónde, ni cuándo. Ahí reside una de las gracias de mis crónicas, poder hacerlas desde la libertad de pagar de mi bolsillo las facturas.
Sirvieron la mesa: Primero el agua, cerveza y refrescos, con un recorte muy rico de pan de molde con algo vegetal. Después llegaron las zamburiñas, las alcachofas, luego la ensalada, el pan, los níscalos, la carne con patatas y el postre. Habría sugerido o preferido otro orden.
A este capítulo le daré un 7.
EL AMBIENTE.-
Cuesta aparcar para llegar. El parking que hay delante, y que deben entrar 200 coches, está siempre muy lleno. Como no te fijes o tengas un ataque de intuición, no sabes muy bien cómo se accede al local. Encontramos una puerta de cristal que funciona pero despista, porque no sabes si el acceso es por el centro comercial, o entre las plantas en medio de la calle. Una vez que entramos hay buen ambiente, con unas estufas que calientan la zona de las mesas que están pegada a ellas, soy friolera, lo siento… ¿vosotras?, lo cierto es que el sentido de la temperatura varia dependiendo de la procedencia, o si llevas calcetines o medias de cristal y faja.

Eché de menos un poco más de cuidado en la decoración y los espacios. Las sillas son de enea plástica que caliente los culetes y no transpira. ¡Me dijeron que haga una crítica!
Es muy mejorable, estaría bien invertir un poco en sacar el polvo del suelo y remodelar las persianas, dando un toque más sensible y de calor, esto haría que se justifique pagar 12 euros por una ración de Tomate.
Tal cual está, de momento, a esta categoría le doy un 3.
LOS ASEOS.-
Los pude usar sin problemas, los de los chicos no sé porque no entré. Había de todo, no olía mal, estaba limpio y me pude lavar las manos. Es muy importante tener unas buenas instalaciones. Siempre echamos de menos miles de cosas que podemos haber olvidado, pero cumple.
Un 7 es una nota más que suficiente para este capítulo.
RELACIÓN CALIDAD PRECIO.-
No hablamos del Centro dD Las Rozas, estamos cerca o en un polígono. Los precios serían adecuados si las raciones cumpliesen, y hablando de verduras, vegetales… Casi se me hace un 40% por encima del precio que sería deseable.
LAS COSAS BUENAS.-
El cariño y cercanía de los trabajadores. Estás en una terraza en la que se puede fumar y es cómoda a la vista. Se come rápido, aunque sin orden ni concierto.