Llevamos demasiado tiempo con las terrazas cerradas. Los confinamientos y la locura, porque al final lo que esté por pasar, pasará. Nos acercamos a la farmacia del Burgo, que por cierto se lleva más del 50 por ciento del tráfico de las del municipio, cálculo realizado a ojo de buen cubero, a la vista de las de su competencia. La competencia ayuda a mejorar, y si no que se lo digan a los del Jamoncito, que no se entran de casi nada. Las normas superan la capacidad de asumirlas y se crea un gran carajal, al margen de que un bocadillo de jamón tiene que ser algo más que un triste trozo de baguette francesa ultracongelada, un asomar de jamón, y sin más… Y, el tomate, el aceite, la sal, el amor, la dedicación a los clientes. Después de no recibir respuesta por un bocadillo de expectativas, nos vamos a Mallorca… ¡Horror! Continúa cerrado, y mis cafés, tapitas… ¡Ahhh!… Y, por qué los del Jamoncito no aprovechan que Mallorca está cerrado para atraparnos… Cuestión de sentido del negocio.

AHORA, TOCA REINVENTARSE.