El sueño es uno de los aspectos fundamentales de nuestra salud. Mientras dormimos el cuerpo no deja de trabajar y se producen numerosos procesos internos vitales a lo largo de los cinco ciclos del sueño. En el Día Mundial del Sueño, expertos de la Cátedra del Sueño de la Universidad de Granada – LOMONACO destacan la importancia de los procesos vitales que ocurren en el organismo cada noche, más allá de conseguir un buen descanso.
El cerebro alcanza su máxima actividad
Durante la noche, el cerebro trabaja intensamente para reparar los daños causados a lo largo del día. Esta actividad no es constante, sino que cambia a lo largo de las horas de descanso según las distintas fases del sueño.
Un ciclo de sueño está compuesto por cinco fases distintas
Fase 1 y 2. Se inicia el ciclo de sueño, se pierde la consciencia y control del cuerpo. La actividad cerebral en estos momentos se reduce, los ojos se mueven lentamente y el estado de alarma disminuye.
Fase 3 y 4. Se entra en un sueño profundo y la actividad cerebral es muy lenta.
Fase 5. Conocida como fase REM debido a que los ojos se mueven rápidamente y en todas direcciones. En esta fase, el cerebro se encuentra en su máxima actividad, incluso mayor que cuando estamos despiertos.
Para conseguir un buen descanso, se debe repetir a lo largo de la noche este ciclo de sueño entre tres y siete veces. No obstante, cada una de las fases se asocia en mayor medida con un descanso específico ya sea físico, mental, emocional o de fijación de aprendizajes. Si el ciclo se rompe y no se pasa por las distintas fases, el cuerpo no podrá repararse y nos levantaremos cansados.
Se produce la hormona del crecimiento y las hormonas encargadas del apetito
Mientras el cerebro va pasando por las distintas fases del sueño, la producción hormonal cambia drásticamente respecto a cuando estamos despiertos. Al dormir se segrega melatonina, una hormona que interviene en la regulación del sistema inmunológico. Durante el sueño, el cuerpo también segrega la hormona del crecimiento, cuya producción aumenta especialmente durante la fase del sueño profundo o fase REM.
Otra hormona producida en el hipotálamo mientras se duerme es la hormona antidiurética o vasopresina, la causante de que no haya necesidad de ir al baño durante la noche, ya que sus niveles decrecen en estos momentos, pero sí al levantarse al día siguiente.
Además, cuando no se duerme bien o se reducen las horas de sueño, se descontrolan los niveles de leptina y grelina en el cuerpo, las hormonas encargadas del apetito y de crear una sensación de saciedad, algo que afectará al metabolismo.
Durante el sueño se modifica el ritmo cardiaco y la presión arterial
Al dormir el cuerpo repone energías para que al día siguiente pueda seguir funcionando al máximo. Para que se puedan volver a cargar esas energías, el corazón desciende su actividad durante la noche y ralentiza su funcionamiento. El ritmo cardiaco y la presión arterial se modifican y, como consecuencia, la sangre que el corazón transporta al resto del cuerpo es de “mejor calidad” y más rica en proteínas.
Huesos y músculos descansan durante la noche
La noche es el momento en el que los huesos y músculos pueden descansar. Al dormir en posición horizontal, las articulaciones no necesitan soportar el peso del cuerpo, por lo que los músculos se relajan. A lo largo de las fases del sueño el tono muscular se va alterando, y al llegar a la fase REM sufre una reducción muy marcada.
La temperatura corporal cambia según las fases del sueño
Otro de los grandes cambios que se produce a lo largo de la noche es el control de la temperatura corporal. Normalmente, durante la fase REM se produce una subida de la temperatura corporal, que continúa variando a lo largo de las distintas fases del sueño.
La vista se regenera y la piel expulsa toxinas
En el caso de la vista, se regenera la película lagrimal que protege la córnea, que está más tersa al despertar. Y como todos hemos podido experimentar, tras un buen descanso, las ojeras desaparecen.
Además, durante el sueño, el cuerpo elimina toxinas a través de los poros de la piel. También se eliminan aquellos elementos “dañados”, como la elastina y el colágeno, que se sustituyen entonces por nuevas fibras. En todo este proceso de renovación que la piel sufre a lo largo de la noche se produce una gran pérdida de agua, por lo que la piel se deshidrata más por la noche que por el día.
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